miércoles, 23 de mayo de 2007

Los Medios de Comunicación en los procesos revolucionarios. Creatividad y Propaganda Política

Este nuevo encuentro estuvo signado por la atención y la interacción. Dialogar se convierte, por momentos, en un acto oneroso para la fisiología que nos moviliza, en un forzado verbo que nos obliga a movilizar más energía de la que pareciéramos tener.


Desde el tempo de la calle se nos obliga a mercantilizar los segundos y se legitima, sin saberlo la más de las veces, ese decir del famoso Fukuyama: "[...] no es el tiempo de los relatos largos[...]".


En el ajetreo que nos autoimponemos bañados de macdonalización se nos va la mirada al prójimo, se nos va esa bella frase plasmada en una pared de la París convulsa de aquel mayo francés del año 1968: "Habla con tu vecino".


Si la fe es por oir entiendo que estos días son de desesperanza cotidiana, de tramas babilónicas, de instantaneidades suplantadoras del cuento verdadero que hacemos en colectivo, y no es de extrañar que el alma y la dermis anden de abismo en abismo resistiendo el embate.


Se habló en el curso de estas percepciones mas cuando el auditorio está pleno de jóvenes interesados en la nueva idea y en el nuevo accionar emancipatorio de la comunicación social real.

El docente José Javier León asume de nuevo en el aula 2-10 de la Universidad Bolivariana de Venezuela - Sede Maracaibo, una tertulia fresca y sincera abrazada a importantes temas:


1. Guerra de cuarta generación.

2.Medios y Poder (político, económico y cultural).

3. Medios privados versus medios comunitarios, libres y alternativos.

4.Identidad y autonomía cultural para la comunicación alternativa y comunitaria

5.Comunicación para educar y organizar para la transformación.



Desde estas "coordenadas flexibles" se inició la conversa que en todos encontró fisura para anidar el asombro.


Javier dice:

Desde el cuerpo, ¿cómo hago para perder el cuerpo? ¿cómo hago para no ser?.


De esta descorporeidad, de esta despersonalización planteada levantamos vuelo para otear el horizonte de las alienaciones. Todo esto ocurre porque arrojamos a un lado el diálogo sincero y por ende no hallamos en nuestro ajetreado abismo cotidiano, la memoria colectiva que somos y hacemos.


De las realidades a las realidades virtuales que seducen con su "instantáneo agite" (verbigracia la historia de la humanidad contada por la CNN). Somos mercancia y consumidores antes que seres humanos, somos papel moneda que se canjea, dice el orden hegemónico, y por ello, reducidos a capitales virtuales no es de extrañar que la melancolía se patente sin pena ni gloria.


Saber que no hay desmemoria sino falta de memoria para levantarnos de nuestra insensibilizada vida y así deambular por entre los verbos amodorrados e invitarles a la acción libertaria de decir como es deseado, de contar como nos nazca y de equivocarnos y enmendar, ¿por qué no?, desde una sensibilidad colectiva anclada en los dolores y en los partos que nos han amasado desde que somos lo que somos.


Sigue el voceo, y avanza el sol en las nubes allá arriba. Javier sigue comentando: "Una comunidad debe construir sus momentos de interiorización de sus procesos históricos" "[...] necesitamos construir la memoria colectiva".


Esa construcción de la que hablamos conscientes de su desafío y risa debe ser nutrida de amor y tiempo. Hablamos de un amor distinto al fantoche telenovelesco y mediático. Hablamos de un amor mirada sincera, un amor tolerante y diverso, un amor plural donde quepamos los soñadores. Necesitamos de un "tempo" para revisarnos a lo individual y colectivo para tejer la filigrana de las memorias ocultas.Tiempo para ubicar los paisajes, los marullos y ecos que engavetados deambulan por entre encerronas decretadas por "puristas".


Normalizar la comunicación para desconocer esta "comunicación mediada" que nos impide ver el rostro de lo que somos y que nos impone el llanto y la oscurana cuando le resulta a los "ostrones tecnócratas" un "negocio redondo".


Para que los medios de comunicación no sigan siendo los eternos destructores de atmósferas, construyamos el nicho de nuestros colores y glorias para deambular reflexivamente, desde nuestro tiempo, desde nuestros asombros, en la construcción de una comunicación para amar y sentirse amado.


Esta tertulia dejó colar esta frase: "[...] es que los procesos internos son muy lentos". Enhorabuena la lentitud que está llena de la colorida paciencia. Enhorabuena este empecinado gesto de sabernos todos los lunes partícipes del diálogo, para serenarnos más y ser por tanto, mejores en la escucha.

Nombro a un amigo poeta de esta ciudad puerto, Alberto Quero (Maracaibo, 1975) para abrazar su visión - palabra en el poema Lento (que a continuación adjunto) a la idea que moviliza la nueva comunicación que anhelamos, cercana, sincera, vecinal, nuestra.

Lento

A Rafael Cadenas.

Para mi no es la vida probable
ni el asombro ante ella;
yo carezco de apremios, de fulguraciones
y de incisiones desapercibidas.
Tampoco me llama el placer trotamundos
y aun menos la sabia fecundidad del
nomadismo;
yo giro en torno a los crepúsculos
y mi único rugido es una catarata;
yo no soy prisas
ni las previsibles furias de una sangre a medio
estrenar
sino la erosión y las mareas:
a mi me surca la calma
y mi sombra huele a parsimonia



Asi que,
si el mundo está apurado,
que se vaya, no importa:
ya pasará otro.

Y en ese me iré.


Tomado de: Los Espejos Plurales. Antología Poética Estudiantil de la Escuela de Letras de la Universidad del Zulia. 2001. página LXLI.



Sigamos pues volando. El paisaje resulta grato. Este próximo 28 de mayo de 2007 seamos abrazo colectivo.

A continuación un texto del amigo José Javier León intitulado:

Sobre La Publicidad
.


Consumo, luego existo

José Javier León

(Apuntes para contribuir al debate sobre la publicidad y el socialismo del siglo XXI en la Universidad Bolivariana de Venezuela)

En uno de los avisos más curiosos de las virtudes conjuntas de imperio e industria, los fabricantes de jabones Pears publicaron en 1887 un cartel titulado «La fórmula de la conquista británica». En el se representaba a un conjunto de sudaneses semidesnudos mirando con admiración –uno incluso arrodillado en actitud de plegaria- una roca donde estaban escritas las palabras «PEARS’ SOAP IS THE BEST» («el jabón Pears es el mejor»). La higiene no sólo está muy próxima a la piedad, sino que es una de las marcas que define la civilización. Y a los europeos se les había confiado la tarea de proporcionarla.

Anthony Paguen

Pueblos e Imperios. Mondadori, 2002

I

El sistema capitalista existe y se sostiene gracias al consumo. No es sólo la plusvalía, el desequilibrio en la riqueza, la relación entre desempleo y flexibilidad laboral, no es la ganancia en contra de la depreciación de la calidad de vida de los trabajadores, no, el sistema existe y se sostiene a partir del consumo, existe para él y por él. Sin consumo todo lo anterior no tiene sentido porque el circuito que va de la explotación a la producción se cumple cuando pasa por el consumo. En algún momento he pensado en aquel juego de los órganos que se peleaban el grado de importancia, por ejemplo, el corazón que decía que él era el más importante, el cerebro que argüía lo mismo, así el hígado, así el páncreas, todos pues, reclamando su supremacía, de último estaba el culo, callado, esperando su momento para actuar, y, para probar su poder cesó de trabajar… Ya nos podemos imaginar lo que sucedió. Bueno, pienso en el consumo como en el culo del mundo, y lo que procede es sellar esta salida, ponerle un tapón, y esperar a que el sistema se descalabre.

Algunos movimientos políticos se encaminan en esta dirección promoviendo el no-consumo de algunos productos, hablo de campañas dirigidas a crear conciencia y a responder con organización social a las empresas e industrias que los producen, pues en su arrogancia olvidan que el consumidor tiene en sus manos la opción de comprar o no. Los venezolanos recordamos que durante el sabotaje petrolero y entre los años 2002 y 2003 el consumo del venezolano en el periodo decembrino se vio afectado por la decisión que tomó la cúpula empresarial de autotaponar el culo del sistema capitalista, esperando que el consumidor “reventara”, precisamente en ese mes, donde además se cumplió una campaña publicitaria muy curiosa (¡y con toda seguridad para los anales sin duda del arte publicitario!), pues el producto se promocionaba in absentia, algo así como “¿Te gusta? Ah, pues no lo tienes por culpa de Chávez y no lo tendrás hasta que salgamos de él”. La estrategia como sabemos no funcionó, el propio cuerpo del sistema reventó y como dijo uno de sus conspicuos voceros: “el paro se nos fue de las manos”. La población, nosotros, cambiamos rápidamente ciertas prácticas de consumo arraigadas por la costumbre y la publicidad de años, y si es cierto que regresaron con otros bríos, algunos productos incluso con nuevas apariencias que hicieran olvidar los días de ausencia, es cierto que aprendimos o nos dimos cuenta (aunque creo que olvidamos, como olvidamos que la UBV es hija directa de esa toma de conciencia colectiva como lo fue también Mercal, Barrio Adentro, la política total de Seguridad Alimentaria, las Misiones en su conjunto, etc.) que podemos resistir y cambiar, inventar soluciones. Los empresarios no esperaban esta reacción y fueron sorprendidos. Por tres meses no nos hicieron falta hasta el punto de arrojarnos a sus pies y pedirles que regresaran a cambio de la cabeza de Chávez. Lo interesante de todo esto es que no nos hemos dedicado a darles por ahí, es decir, a ponerle nosotros, organizados en comités de usuarios y consumidores, el tapón al sistema. Nos percatamos a medias en aquellos fulgurantes meses de nuestro poder, pero una vez que pasó se nos fue y hemos ido olvidando los detalles, ya los productos regresaron y se posicionaron, como dicen en la jerga “marketingnesca”, y vuelve a ser difícil que la organización social de motu propio y no arrastrada a ello por las circunstancias, se rearme y tome decisiones soberanas con respecto al consumo de determinados productos. Porque una cosa es cierta, si pensamos el consumo, pensamos en la producción. La conciencia en el consumo nos abre la conciencia hacia el producto y la producción, y por supuesto, hacia los productores. La publicidad sabe que su peor enemiga es la conciencia, no otra cosa sino el esclarecimiento de los oscuros y muchas veces terribles pormenores que llevan a la producción y consumo de determinados productos. Lo cierto es que la publicidad vela u oculta todo el proceso, y en su colorido y despliegue gratificante, desvía la atención hacia lo que no es, distrae al consumidor de su conciencia que es como decir de sí mismo, lo sustrae a su propia intimidad y le crea un yo otro, el consumidor, incapaz de opción, incapaz de elegir, un yo seducido pero sobre todo fácil de seducir, moldeado y moldeable por los medios, por la propaganda del sistema, por la publicidad, un yo que no ofrece resistencia, que se deja llevar y que entiende que ahí reside la vida verdadera, en esto de dejarse arrastrar por el viento de las modas y las ofertas. Sucede que muchas veces este yo termina suplantado el yo real, digamos ese que tiene necesidades verdaderas, mientras el “yo que consume”, el irreal, el fabricado por los medios, se hace cargo irresponsable –hay que decirlo- de todas las funciones vitales, las suplanta por sucedáneos y placebos, hasta que el cuerpo y la conciencia real sucumben de consumo. Pienso en los anoréxicos, en los abulímicos, pero también en esta suerte de boom de los cuerpos reconstruidos, en los que la metáfora del cuerpo irreal para el consumo se hace “hueso y carne”, de silicona e injerto, sí, pero en definitiva un fantasma voraz que camina, que respira, que ocupa por entero el espacio del hombre y la mujer real, que lo suplanta y lo olvida tal vez para siempre.

II

La publicidad que conocemos necesita “fabricar” un consumidor o en todo caso, se dirige a ese cuerpo creado por la acción del sistema todo, que como ya dijimos, existe por y para el consumo. No puede la publicidad hablarle al real, porque éste puede optar, desviar su ruta, elegir otro camino, no precisamente otro producto sino definitiva y radicalmente otra cosa. Para evitar esta escabullida la publicidad crea una suerte de cerco visual y pone delante de los ojos del consumidor receloso, ese que todavía no ha renunciado a ser, no al indeciso que no sabe entre una marca u otra, sino al tocado por la duda, al que sospecha del sistema, al irónico, al que sabe que participa de una tramoya, al que no se traga el cuento, una gama variopinta de distintos productos que son el mismo, aunque cambie el nombre del fabricante y le haga publicidad adversa, todo para que el consumidor crea que elige, y así satisfaga su amor propio porque supone consumir “a conciencia”. Porque no se trata de comprar, de ir de shopping, sino de reconocimiento e identidad. Yo consumo porque así me afirmo en mi ser, en esta sociedad de consumo, la única que existe, y no ser un ciudadano de esta polis me convierte en un bárbaro. En otras palabras, yo consumo para darle existencia al “yo que consume”, ese otro yo, que aunque me habita me borra. Consumo, luego existo.

III

La publicidad que conocemos niega el ser, porque necesita suplantarlo por un ser otro, el que hemos llamado “yo que consume”. La publicidad es pues, engañosa y no puede ser de otro modo, porque lo que vende es para el otro, para la vida del otro, el cual termina “alimentado” a despecho del real, que se sostiene y de paso engorda con las energías, proteínas y calorías que desprenden por defecto los llamados “alimentos”. El cuerpo irreal del consumo, consume al propio cuerpo que lo sostiene y de esa ruina y despojo se yergue con otro nombre, con otra apariencia. Consumir es vivir otra vida, como vivir en otro planeta, en otra parte. Al planeta del consumo debemos arribar con otro cuerpo, con otro ser.

IV

Necesariamente, no puede existir otro tipo de publicidad que la que nos invite y lleve a ese otro planeta, a esa otra forma de vida y de vivir. Toda publicidad es engañosa en este sentido, sí sólo sí, la miramos desde esta precaria orilla de la realidad real. Si saltamos, si nos dejamos ir, si sucumbimos al no ser, si nos transformamos en yo que consume, si nacemos de nuevo, si nos bautizamos y entramos en los moles como en una iglesia, entonces la publicidad deja de ser engañosa, y se convierte en “noticia”, en “información”, y de tan real y tan cruda, pasa a ser amarillista, descarnada. Recordemos un clásico: las fotos de Benetton. Dentro, todo es real, y a esa realidad otra, llegamos con nuestro cuerpo transformado, operado, otro. Real, sueño o aspiración, lo cierto es que ese otro cuerpo comienza a pujar, a reclamar su espacio, su lugar, su encarnación.

V

Ahora bien, si continuamos en esta orilla y logramos asistir al espectáculo como de fuegos artificiales de la fiesta del consumo, es posible que entendamos que la publicidad, en tanto que quiere destruir nuestros cuerpos reales, nuestros yo, nuestro ser, es antiética (porque a la ética le compete todo lo humano, y la publicidad engañosa -¿cuál no lo es?- es la negación de lo propiamente humano), y que no es posible concebirla de otra manera a menos que construyamos “publicidad” de este lado del mundo, para cuerpos reales, para nuestro yo y ser. Actividad que comienza por ser paradójica y resultar contradictoria cuando no absurda, porque si soy y lo sé, porque no se puede ser sin saberlo, no necesito más afirmación. Aquella frase de Sócrates queda al descubierto: si sólo sabe que no sabe nada, entonces sabe que no sabe; luego, sabe “algo”. En la vida y la realidad, no existe publicidad como tal, sino afirmación de la vida y la realidad. A nadie puedo convencer de la vida y la realidad, a menos que ciertamente dude o descrea de la vida y la realidad; como convencer a un suicida compulsivo de las ventajas de la vida. Si a ello me dedico, como ahora, a mirar desde esta orilla de la vida la no vida o vida artificial del consumo, es porque en definitiva las fuerzas del consumo son legión, como dijera de sí mismo el demonio.

VI

Publicitar la vida, en cambio, me parece, en principio, que niega a la publicidad, sólo que no le encuentro objeto y me parece absurdo, algo así como “nada como la comida sana, lava bien las frutas, te recomendamos no usar licuadora, tritura o come las frutas y verduras recién cortadas…” etc., recomendaciones, tips de salud, que así los llaman, y que aparecen precisamente en las revistas y publicaciones que promueven con más desafuero el consumo. Resulta absurdo porque promocionar de manera casi lastimera las propiedades y el gozo de la vida supone que la muerte ocupa ya todo los terrenos y que nada se puede salvo tomar algunas precauciones, con el objeto de salvar el cuerpo real que a fin de cuentas es el soporte del ingrávido y operado hijo del consumo. Ojo: el consumo no puede borrar la presencia de la muerte, de ahí que venda salud y seguridad y que mienta (manipulando con el miedo y la fascinación que produce la muerte en nosotros los mortales) al ponerlas en un primer plano, en un grado de preponderancia desde el cual persuade al yo que consume de que su salud es “vital”, y lo es, ciertamente, sólo que –allá, en la irrealidad del global village del consumo- “vital” para el sistema: Resiste mientras consumo, es más o menos la orden sorda que recibe, y como para resistir también debe consumir, pues están a la venta el aire fresco, el relax, el confort, las verduras y las frutas, a la venta y bien cara la salud que necesita para seguir consumiendo, para continuar el ciclo, la espiral, la carrera indetenenible, y sostener, hasta que diga ya, el disfraz de vida de la muerte a crédito.

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Imágenes de este lunes 21 de mayo de 2007 a continuación:













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