martes, 15 de mayo de 2007

Comienza el Curso de Formación Sociopolítica en la Universidad Bolivariana de Venezuela Sede Maracaibo

De la mano y del latido, de la voz y de las ideas de los compañeros docentes Ruth Jiménez y José Javier León se da inicio, este 14 de mayo de 2007, al Curso de Formación Sociopolítica de la Universidad Bolivariana de Venezuela Sede Maracaibo, en la construcción del Socialismo del Siglo XXI.

El temario, en este primer encuentro abordó lo relacionado a los instrumentos revolucionarios (Organización). Es así como presenciamos una interesante introducción, fluida y reveladora de la amiga Ruth Jiménez sobre la corriente histórica de las luchas populares.

Los movimientos sociales de base, la Constitución Nacional y Organización Popular así como la corriente histórico social de la resistencia indígena, la resistencia cimarrona, la corriente bolivariana, el cristianismo liberador y el socialismo indoamericano fueron puntos claves abordados en una mañana larga y provechosa donde el diálogo y el asombro estuvieron presente.

A continuación unas imágenes del lugar de conversa. Salón 2-10 de la Sede Maracaibo de la UBV.

















El amigo y docente de la UBV José Javier León asumió, luego de Ruth Jiménez, la tarea de prolongar la tertulia, cumpliendo de manera muy plena con la intención de convocar entendimientos para sabernos desde nuestros más ocultos paisajes históricos.

Javier habló desde el revés de la conquista, desde los otros sonidos y colores que nos hacen resistentes por herencia a todo modelo castrador de la risa y los asombros.

Un texto de su autoría sintetiza gran parte de la voz y la gestualidad puesta en servicio del asombro, así pues este primer capítulo del Curso de Formación Sociopolítica con el que construimos construyéndonos.

Notas y recuento del libro El rechazo a la civilización

de Miquel Izard (Península, 2000)

“Las culturas caribeñas eran lúdicas y hedonistas, como la mayoría de las que se forjaron antes de la plena implantación del capitalismo, y dedicaban buena parte de la jornada al ocio, la diversión y gozar con los placeres que se logran por medio de los sentidos; pero siendo trashumantes su creación artística fue en esencia intelectual y no dejaron restos materiales impactantes en el ámbito de la arquitectura o la escultura, y apenas se ha conservado nada de su literatura, oral por supuesto, música o danza, porque ellos jamás sintieron la necesidad de hacerlo y porque los extraños que todavía pudieron percibirlo no pensaron que valiera la pena recopilarlo. Sólo puedo aportar dos pistas muy indirectas. El anónimo filibustero francés de la primera mitad del siglo XVII verificó que había dos hablas caribes, una masculina y otra femenina, mientras Pelleprat dice, contando cómo les enseñaba el catolicismo, que los varones nunca intervenían, pero alguna mujer le preguntó, al decirles que Dios se hizo hombre por amor a los hombres, «si así mismo no se hizo mujer por amor a las mujeres»

M. I.

I. Hispanidad

El primer propósito de Miquel Izard en El rechazo a la civilización, es echar por tierra la sacralización de la historia que sobre la conquista y la colonia practicaron los “políticos e intelectuales, eruditos y profesores, seglares y sacerdotes… en perfecta sintonía con el resto del franquismo” (27). En la construcción de la “Leyenda apologética y legitimadora” – (Lal) en el libro- se contó además con extranjeros, mejores si eran latinoamericanos. Entre nosotros Arturo Úslar Pietri, como será dicho en su momento, cultivó las claves de la historia del “Nuevo Mundo” según España y Franco, con una fidelidad que le conferiría premios como el Príncipe de Asturias y aquí, el reconocimiento y elogio de prácticamente todos. Como otros, tuvo como tarea desprestigiar al abate Reynal, incurso en la construcción de la “Leyenda Negra”, como sabemos por el colegio, opuesta punto por punto a la “Leyenda Dorada”, la que retrata la gesta de los españoles venciendo todo tipo de obstáculos hasta sentar las bases de la Hispanidad. Para evitar distorsiones, dice William Hickling Prescott (1796-1859) “no los veamos (a los españoles) a la luz de nuestro siglo. Retrocedamos al suyo, y coloquémonos en el punto de vista que permite la civilización de entonces” (28). Otro panegirista de la leyenda dorada es Vasconcelos (1882 -1959), quien se refirió a las culturas originarias como “razas degeneradas”, sin espíritu, telúricas, decadentes, de torpe pensamiento, y sin embargo, los españoles lo tradujeron, lo catalogaron, lo perpetuaron en libros y crónicas, “y hoy ya sólo la ignorancia puede repetir el dislate de que los conquistadores destruyeron una civilización” (29) Martín Araujo también destacó las bondades de otro entusiasta de la Hispanidad, Carlos Pereyra (1871-1942): “Se nos dijo que la colonia había sido una noche de tinieblas y despotismo, y Pereyra nos reveló el panorama de los colegios, los caminos, las ciudades, la industria y los teatros, que hicieron de la Nueva España la primera nación del continente…” (30) Carlos Hamilton, historiador chileno, dirá que los crímenes y crueldades fueron mucho, pero excepcionales, y que España no ocultó sino que denunció. El Ministro de Educación Nacional, D. José Ibáñez Martín, en 1940, pronunció un discurso en el que afirmaba que “Dar vida a unos pueblos, enseñarles a hablar un mismo idioma, a vivir idénticas costumbres y a rezar a un mismo Dios, es crear el lazo indestructible de una unidad espiritual que encierra en sí todo el símbolo de una predestinación histórica” (37). Importa no pasar por alto que fue José Antonio Primo de Rivera (1903-1936) fundador de Falange Española, quien institucionalizó para cada pueblo hispano, “heredero de Colón, Cervantes y de Santa Teresa (…) consagrarse el día 12 de octubre a la conmemoración y exaltación de la Raza” (39). Aquí en Venezuela se institucionalizó en 1921, bajo el gobierno del Gral. Juan Vicente Gómez.

Salvador de Madariaga (1886-1978) llegó a decir que España, como Estado, “se opuso en todo momento a que se maltratase a los indios y negros, castigándolo severamente en sus leyes (…), además, “salvó e hizo progresar en calidad y cantidad de población a los naturales y creó un sistema de relaciones con los negros importados que, aun lejos de ser perfecto, fue mejor –o menos malo- que el de los franceses, los ingleses, los daneses y los holandeses-“ (41). En resumen: “Es propio de la Leyenda apologética y legitimadora (Lal) –dice Izard- el contubernio de cronistas, poder, clero e intelectuales orgánicos. Desde los primeros escritos coetáneos a la conquista, todos actuaban al unísono, pues no eran gran cosa más que la voz de su amo.” (42)

Otro aspecto que cubría la leyenda era la conquista como proeza, una hazaña de dimensiones sobrehumanas; desde esta perspectiva habría que considerar las penalidades y muertes de españoles que “costó el descubrir y recorrer la extensión de América” (44). Además, como lo explica Madariaga, el “desorden y anarquía de los primeros años [exterminio de nativos en las Islas] no era sino explosión de energías refrenadas por normas civilizadas súbitamente liberadas al borde del mundo de la autoridad.” (50). Es más, no fue que los españoles fueron crueles sino que para la expansión de la civilización y el imperio español, los naturales eran un obstáculo, sí Madariaga decía “que el obstáculo mayor con el que tuvo que enfrentarse [España] en su labor creadora y política fue la existencia de los naturales y la de los negros, en aquella compleja sociedad” (51). Lástima, dice Madariaga, las ilusiones de convertir a los indios en “futuros soldados de la Cristiandad frente al Islam, se habían apagado o desvanecido” (52).

Por otra parte, la esclavitud no la trajeron los españoles, puesto que ya existía, sino el “principio de la abolición en cuanto a los indios concierne” (55), la de los negros no porque eran “gente ajena a la cristiandad y oriundos de lugares fuera de la soberanía del rey de España” (56).

Una de las ideas más sutiles sobre la conquista es la que afirma que desde el mismo momento en que los españoles pisaron tierra el cambio estaba dado, y lo que es peor “sin solución de continuidad”, como afirmó Restrepo Canal (60). La misma idea la sostuvo Arturo Úslar Pietri. Esto se explica porque América era un territorio virgen, un “desierto verde”: “Balboa descubrió el Pacífico; es decir que el Océano no existía antes de 1513 o, lo que es lo mismo, las antiquísimas culturas china o japonesa estaban a orillas de una entelequia marítima…” (67)

II. Naciones excedentarias o autosuficientes

¿Qué existía cuando llegaron los españoles? Una pregunta que los apologéticos de la conquista respondieron como ya vimos, pero que a la luz de la desmitificación, la desacralización y la crítica, Miquel Izard intenta responder: “La organización social y la distribución espacial de los colectivos americanos eran, en 1492, antagónicas de las del resto del orbe. Tres o cuatro estados ocupaban poco más del 10 por 100 del continente y englobaban algo más de la mitad de su población, mientras multitud de naciones autosuficientes señoreaban el resto, casi el 90 por 100” (68).

La clave de este libro está en la diferencia que Izard establece entre naciones excedentarias y naciones autosuficientes. Las excedentarias se caracterizan por una sofisticada agricultura, uso intensivo de agua y abonos, producían por encima de sus necesidades lo que implicaba significativamente que quienes “expoliaban el excedente recurrieran, para defender un sistema desigual e injusto, a una represión física o ideológica mediante la religión, el ejército o la familia y manifestaran su desmedido poder con ciclópeas construcciones (…) Teotihuacan, Dzibilchaltún o Tiahuanaco. Además, alcanzaron logros notables en astronomía, aritmética o medicina” (68).

Las naciones autosuficientes se caracterizan por ser “no conflictivas, naturales, lúdicas, hedonistas, comunitarias, autodeterminadas o armónicas” (68). Cultivaban el ocio, los placeres sensuales –por demás gratuitos-. Nómadas, su creación en esencia es intelectual “-ello supone una agilidad especulativa notable- y no han dejado restos materiales espectaculares; pero puede fascinar la estética de su cestería o cerámica” (68). Sorprendió y sigue sorprendiendo, apunta Izard, “la ausencia de religión, familia o estado”.

Aunque conocieran la agricultura se abastecían en esencia cazando, pescando o recolectando; consiguen lo que necesitan “mediante mecanismos que tienen por juego, recreo o habilidad, que les proporcionan, a la vez, alimentos, artilugios y placer, pero no beneficio económico; al no haber excedente se ahorran rivalidades y egoísmo, individualismo y acumulación, escuela o poder represivos; los intercambios, de dones intangibles por encima de todo, son muy considerables; la moral, coherente, se basa en solidaridad, reciprocidad y cooperación; sus creencias son un conjunto de pautas para interpretar el entorno físico y metafísico e integrarse al mismo” (68-69).

III. La conquista en cuatro etapas

  1. Buscando las Indias, topan con lo que será América. “En una primera etapa, de esclavización y despilfarro, los castellanos, ansiando dar con la vía que permitiera seguir navegando hacia poniente y precisando mano de obra para los placeres (debía amortizarse el costo de nuevas expediciones) y cultivar para avituallar naves y alimentar conquistadores, vieron el ámbito antillano y aledaños como una pura etapa y no se inquietaron por la evidente mengua de nativos.” (71)
  2. El Nuevo Mundo se convierte en una vasta mina. “Esta segunda etapa implicó el control occidental de los pocos estados excedentarios (el azteca, por ejemplo), sus periferias y algunas costas”, un poco más del 10 por 100 del continente. “Utilizaron súbditos de los reinos conquistados como siervos en la minería de plata (…) e intentaron lograr el mayor lucro posible incrementando de forma compulsiva productividad y consumo (…) obligando a los nativos a adquirir lo que no necesitaban o a padecer, contra su voluntad, los repartos de hilaza” (71) Para lograr neutralizar el rechazo indígena al nuevo orden social y económico, fue preciso un “complejo aparato represivo, basado en violencia física, ideológica y cultural, que incluso afectó a los blancos” (71-72)
  3. Penetración al interior del continente. “…captura y ocupación de territorios que los blancos llamaban desiertos” (72), a consecuencia del hallazgo de oro.
  4. “Inmolación de los últimos paraísos, iniciada hacia 1890 ocupando la Amazonia”, la cual está concluyendo de forma dramática. (72)

Esta empresa de siglos ha sido respaldada por una ideología que justifica y sacraliza su actuación. La de España fue pionera y sirvió de modelo a la de Gran Bretaña, Holanda o Francia.

Esta explicación la practicó Germán Carrera Damas, en Una nación llamada Venezuela (Monte Ávila, 1991). En efecto, afirma el historiador que han habido sucesivas avanzadas, cada vez más al interior del territorio, del modelo excedentario –en términos de Izard-, del modelo de expansión capitalista y luego liberal burgués, en términos de Carrera Damas. Se comprende la sobrepoblación de la costa y la poca densidad poblacional al sur o al interior del país. Es comprensible que hoy, cuando se discute y construye un nuevo modelo económico, el poblamiento del territorio, la “colonización” por los propios habitantes del país, como decía Simón Rodríguez, sea un tema de primer orden en la nueva Geometría del Poder.)

IV. Discurso salvaje

Los sobrevivientes “se vieron obligados a fingir y simular, a aparentar que toleraban lo que les imponían pero siguieron vinculados, de forma furtiva, a sus hábitos anteriores o a sus creencias ancestrales…” (78). Para ahondar en esta explicación se recomienda leer Discurso Salvaje de J. M. Briceño Guerrero.

V. Las guerras de “independencia”

Desde la perspectiva de Izard es comprensible que las guerras de independencia sean ajenas a los nativos. Los blancos estaban preocupados por la implantación de la “sociedad excedentaria” y los nativos en resistir y en conservar sus modos de vida “autosuficientes”. En efecto, “Los vencedores, diría que los liberales autoctonistas (…) decidieron implantar, ahora plenamente (a mediados del siglo XIX) el proyecto burgués que había ido sazonando a lo largo de estos años, implicando de manera ineludible tanto en Europa como en América la liquidación de los últimos restos de la sociedad autosuficiente, el manejo comunitario de tierras o pastos, pago del tributo en especie o dedicar una parte del tiempo diario a practicar su cultura del ocio, sus complejos ritos sociales o a usar las lenguas vernáculas. Si en Bolivia la tarea la imaginó el propio Bolívar, en México fue cosa de Juárez. El acoso conllevó nuevas insurgencias, en realidad continuación de las anteriores…” (79). La implantación de una sociedad del todo excedentaria implicó el desalojo de miles de personas de las zonas rurales, los que acabaron en las ciudades desaculturados, desarraigados y vinculados a actividades degradantes para poder sobrevivir (80). Los ilustrados supieron luego de varios ensayos frustrados que “para contrarrestar la numantina resistencia de los futuros perjudicados debían desmantelar del todo su cultura, el complejo tramado mediante el cual aquéllos se defendían y conseguían preservar sus peculiaridades con las que se enfrentaban a los retos que implican vivir; y uno de los mecanismos básicos de esta nueva embestida fue desamortizar, liquidar, insisto, los últimos resquicios del manejo comunitario de tierras, pastos y bosques” (81)

V. Raíz anterior al “árbol de las tres raíces”.

Rasgos culturales aborígenes, propios en general de las culturas autosuficientes antes de la llegada de los españoles, citados por Juan Álvarez Mendizábal (Cádiz, 25 de febrero de 1790 - Madrid, 3 de noviembre de 1853): “la autoridad prácticamente no existía, ni era necesaria. Poseían la tierra en común, practicaban el comercio en muy pequeña escala (…) y carecían de moneda y de estimación verdadera de los metales preciosos. Todos trabajaban para sí mismos y desconocían la prestación de servicios como no fueran de carácter amistoso o familiar; no acaparaban, porque no sentían aún la necesidad de la previsión (…) No sentían la necesidad de protegerse individualmente o de proteger a sus familias, porque la comida de todos estaba a la disposición de cada uno (…) Todos los cronistas están de acuerdo en declarar que las riñas dentro de la tribu eran desconocidas; no había querellas ni por asuntos de interés ni por motivos sexuales; las casas carecían de puertas, (y) las sementeras de vigilantes (179). Pérez de Rivas en 1650 afirmaba que “su conducta la regulan por las costumbres tradicionales de la tribu, que observan tan fielmente, sin necesidad de coacción, que entre ellos no existe el robo, la mentira, el asesinato, ni insubordinaciones, viviendo siempre en un ambiente de armonía. Hay entre ellos un gran respeto por sus mayores…” En otro lugar afirmaba que “aunque en algunos no se puede negar que había restos de idolatría formal, (…) otros no tenían conocimiento alguno de Dios, ni de deidad alguna, aunque falsa, ni adoración explícita de señor que tuviese dominio en el mundo, ni entendieron que hubiese providencia de criador y gobernador de quien esperasen premio de buenas obras en la otra vida o castigo de las malas…” (179)


Ver

  1. http://www.analitica.com/bitblio/roberto/quinientos.asp
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Buen comienzo para iniciar con vuelo alto esta construcción plural desde las ideas y las acciones.

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